Una
mirada reflexiva a la formación política del educador
Daniel Cardona [1]
Toda acción educativa tiene como telón de fondo una perspectiva antropológica (Juliao, 2002), un concepto de hombre que determinara no solo la finalidad de la acción misma de educar, sino los contenidos, las didácticas y la evaluación; por esta razón se ha preferido hablar de sujeto (Heidegger, 1986) político en lugar de individuo o cualquier otro concepto que lleve a interpretar que el sujeto de la educación política es un ente trascendental o fuera de situación histórica y contingencia moral.
El sujeto
político es entendido como un ente complejo y multidimensional, en este
sentido, la educación política del sujeto no solo debe ocuparse de los
mecanismos cognitivos del procesamiento de la información como tradicionalmente
se ha concebido en el modelo antropológico cartesiano cogito ergo sum (Husserl, 1988, p.3), sino que tendrá que
considerar prioritariamente la subjetividad, las emociones, preferencias,
gustos y en general la situación histórica y metafísica del ser humano[2].
De este modo, la formación del sujeto político debe
llevar al hombre a no solo acatar el cumplimiento de las normas sino a la
comprensión del sentido de las mismas en un ejercicio de una razón pública,
crítica, subjetiva y deliberativa que le lleve a ser un ente transformador. La
educación política entonces no se entiende exclusivamente como un proceso de
capacitación para los oficios, sino como un desarrollo formativo que involucra
el ejercicio de los valores, la ética, la cultura y la política como cualidades
propias del desarrollo humano integral.
Para
Aristóteles (Aristóteles, 1997), por ejemplo, el papel político de la educación
se encuentra en la necesidad de formar a las nuevas generaciones en
concordancia con la constitución de sus pueblos; de esta manera la conservación
de un orden político solo puede ser sustentable en la medida en que sus
ciudadanos estén informados en los fines sociales, culturales, religiosos y
económicos de la sociedad a la que pertenece, aspectos de los cuales se
desprenden los derechos y obligaciones que demanda la sociedad de sus miembros.
Sin
embargo, ¿Qué podría ocurrir con una
constitución que vaya en contra del poder constitutivo de los pueblos? No
bastaría entonces con una formación política instructiva en donde los
ciudadanos se formen para acatar las normas, sino que debe ser una prioridad
dentro de las democracias constitucionales que la formación política tenga un
característico interés constructivista, que fomente un espíritu democrático que
permita la movilización de los intereses comunes por medio de la deliberación,
esto es viable en la medida en que se apliquen modelos no instruccionales en la
formación del ciudadano.
Por
otra parte, en el nuevo orden político y económico mundial (Beck, 2001), la
educación cumple un papel fundamental ya que es a través de ésta que se logra
la inserción de los individuos al mercado y al empoderamiento de los derechos y
deberes que se le confiere como ciudadano. La educación permite el cierre de la
brecha entre pobres y ricos, entre quienes tienen acceso a las tecnologías de
información y comunicación social y quienes no, entre quienes teniendo mayor
información poseen ventajas políticas al poder empoderarse de sus derechos y de
sus obligaciones y quienes han quedado marginados de los procesos de
modernización de la tecnología en un mundo cada vez más globalizado.
Ahora
bien, este modelo ha fomentado un perfil político del ciudadano del mundo que
ha terminado por deteriorar no solo el medio ambiente en el deseo desenfrenado
de producir riquezas a costa de la explotación de los recursos naturales, sino
que ha olvidado la relación metafísica que a este le une con el mundo y con los
otros seres[3] humanos
y no humanos (Heidegger, 1994, p. 9 -37).
Sin
embargo para el espíritu normativo de la educación, que orienta el deber ser de
la misma, se hace evidente que hace falta una consideración de cómo los
ciudadanos que han de gobernar asumen la toma de decisiones, es relevante presentar
una antropología pedagógica que nos orienta dentro de la naturaleza del sujeto
en los procesos de enseñanza – aprendizaje para trabajar sobre un concepto de
la educación en la formación del sujeto político.
La responsabilidad que tienen entonces los ciudadanos
de influir en la manera en como se gestiona políticamente la educación
radicaría esencialmente en la posibilidad que estos tienen para determinar los
valores políticos, actitudes, formas de comportamiento y los derroteros de la
sociedad del futuro, considerando de manera prioritaria la manera como se les
enseña a las nuevas generaciones el
manejo de su relación vital con el poder.
Esto implica una reflexión profunda entorno a los
siguientes interrogantes: ¿Qué es
significativo enseñar en la formación ciudadana? ¿Una formación política centrada en contenidos o en competencias? ¿Aprenden
los estudiantes realmente lo que planeamos enseñarles? ¿Es significativo,
pertinente y contextualizado la formación política que se esta ofreciendo?
¿Cómo evaluar la formación política?
Estos interrogantes que parecieran a primera vista
solo de importancia para la pedagogía deben llevarse prioritariamente al
contexto de las democracias constitucionales, en donde los ciudadanos deliberan
en relación a cómo y por quienes deben ser educados los ciudadanos, cuales
deberían ser los contenidos de esta formación y como desde una perspectiva
pedagógica se logra evidenciar la eficacia, pertinencia, cobertura y calidad
del desarrollo de los conocimientos habilidades y destrezas de la formación del
sujeto político a través de la evaluación.
Desde esta perspectiva, los desarrollos académicos y
praxeologicos de la relación enseñanza - aprendizaje poseen un papel
fundamental en la construcción de estos principios para el futuro de la
sociedad, su consideración acerca de los diversos contextos educativos, sus
procedimientos en la trasmisión del conocimiento en la trasmisión de valores,
pero sobre todo el conocimiento del hombre referente a los procesos a
considerar a la hora de formarlo en lo publico y para lo publico.
Lo primero a considerar desde esta perspectiva de la
educación, es que dada la condición la cual todos “nacemos débiles necesitamos fuerzas; nacemos desprovistos de todo,
necesitamos asistencia; nacemos estúpidos, necesitamos juicio. Todo cuanto no
tenemos en nuestro nacimiento y que necesitamos de hombres nos es dado por la
educación” (Rousseau, 1990, p.34) es menester considerar una buena
educación que privilegie una formación política integral para suplir las
carencias naturales del hombre señaladas por Rousseau.
De este modo, se encuentra un aporte en enseñanza para
la comprensión (EPC) la cual sugiere, por una parte, que no es relevante que
los sujetos de la formación política reciban un listado de temas a trabajar
como contenido de su educación (“bueno
muchachos ayer hablamos del liberalismo hoy toca hablar de la constitución”);
sino que lo mas relevante a considerar es que los sujetos experimenten a
profundidad una serie de ejemplos de cómo actuaria, pensaría, resolvería un
problema desde una base epistemológica, procedimental y disposición
temperamental una determinada situación que exija el uso de su formación
política:
“Cuando una persona comprende algo – un concepto, una
teoría o un ámbito de conocimiento-, lo puede aplicar de forma apropiada en una
nueva situación. Y, aunque alguien con muy buena memoria bien puede comprender un tema, es posible que
solo recuerde la información y no tenga ni la menor idea de cómo emplearla
adecuadamente en circunstancias poco familiares” (Gadner, 2000, p.136).
En segundo lugar la EPC señala lo relevante de tener
en cuenta que el sujeto político tiene además distintos tipos de mentes, es
decir que no todos realizan aprensión de la formación del mismo modo, y que
estas trabajan bajo diferentes modos de representaciones mentales que
explicarían porque los sujetos abordan y
resuelven de manera diferentes las situaciones que demanda lo publico, y por lo
tanto esto explicaría, desde una perspectiva pedagógica, la diversidad de los
distintos perfiles de sujeto político.
Por otra parte, es significativo tener presente que las
instituciones educativas determinan en gran medida el impacto de la acción educativa, el alcance discursivo, y en general
la flexibilidad de la gestión del currículo en la formación del sujeto político,
de este modo “el pasaje de los principios
políticos a la practica (…) no es menos esencial para defender una teoría
política que para evaluar practicas educativas” (Gttman, p. 33), razón por
la cual, es menester que a la hora de abordar el papel de la educación en la
formación del sujeto político, se haga necesario confrontar con las practicas
institucionales que encarnan esta responsabilidad y se tengan en cuenta a todos
los actores de la misma.
Ahora bien, la acción educativa no solo encierra a las
instituciones como la escuela y las universidades, sino que en general encierra
a todos los escenarios en lo que los individuos se desenvuelve en sociedad, tal
como se contempla en la Ley 115 General de Educación se requiere de una
educación para el trabajo, una formación en la religiosidad, educación para la
comunicación, entre muchos otros.
De manera que esta corta reflexión teórica deja sobre
la mesa respecto a la formación política de los futuros docentes: que es
imperativo no centrar el proceso de enseñanza y aprendizaje en lo normativo (la
Ley), sino que se sugiere aquí que la formación se centre en los marcos de
interpretación que faculten al futuro docente ser competente en la formulación,
gestión, evaluación e interpretación de las políticas públicas de educación en
las que se ve involucrado y que por lo tanto se encuentre en la capacidad de
explicarlas y proponer de manera argumentada y sistemáticas sobre los nuevos
rumbos que la educación puede tomar en el país.
Bibliografía
ü Aristóteles.
(2004). Ética a Nicomaco. Madrid.
Alianza editorial.
ü BECK, A. (2001). ¿Qué
es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Buenos
Aires, Paidos.
ü Gadner, H. La
educación de la mente y el conocimiento de las disiciplinas. Barcelona.
Paidos.
ü Heidegger,
M (1927). Ser y tiempo. Traducción de
José Gaós. México, FCE
ü __________. (1994) La pregunta por la técnica. Traducción
de Eustaquio Barjau en Heidegger, M; Conferencias y artículos, Barcelona;
Ediciones del Serbal.
ü
Husserl,
E. (1988). Las conferencias de Paris. Introducción a la fenomenología
trascendental. Traducción de Antonio Zirión. México: UNAM.
ü Juliao,
C. (2002). Hacia una pedagogía
praxeológica. Bogotá; Uniminuto.
ü Rousseau, J. Emilio, o de la
Educación, Madrid, Alianza.
[1] Filósofo Universidad de la Salle; Magister en Estudios Políticos. Docente Pontificia Universidad Javeriana.
[2] La
antropología cartesiana entiende al hombre como conciencia “ego” de lo que
extensión es tan solo una representación ilusoria y en todo caso sin relevancia
en su concepto de hombre.
[3] Heidegger considera que
el surgimiento de la ciencia y de la técnica que se caracterizan por considerar
al mundo como un elemento de transformación de mercancía (Bestand) conllevo a
una actitud técnica del mundo que exalta la capacidad innata del hombre por el
dominio, esto trae como consecuencia el surgimiento de técnicas de dominación y
de destrucción como armas biológicas de alta tecnología e investigación
científica como se presentaron en la primera guerra mundial en la que Heidegger
fue partícipe.
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